Prólogo

Imagen tomada de internet para fines ilustrativos.

Acerca de la resonancia…

El detonante es la chispa de una célula inagotable, aquella destinada a la grandeza, la del carisma y elocuente oratoria. Su discurso estimula a las otras, generando una reacción en cadena de impulsos eléctricos. Yo no los siento. Nadie lo hace. Pero se supone que así funcionan las redes neuronales… Te estoy haciendo una aclaración antes de entrar en materia. Mi materia… ¿Quién soy? ¿Acaso importa? «Irrelevante es mi persona, interesante es lo que te quiero mostrar» ese es mi lema.

¡Ejem! Retomando… Podría decirse que: si hay energía de por medio existe la luz; o luces en este caso. Que serían como la de múltiples faros en la costa indicándome en donde hay algo nuevo, algo interesante, digno de moldear a mi antojo. Y cuando emprendo la marcha a través del turbulento mar a por la conquista de… No. Así no. Abordarlo de esta manera tampoco me satisface. A menos que pudiese revirar los ojos cual dibujo animado, ¿cómo fundamento tal cosa? Además, me gustaría ser coherente y concreto, dilucidarlo sin extenderme en metáforas ridículas, huecas, carentes del mínimo ápice de lógica en su planteamiento, fabricadas con pura y dura pretensión. 

¿Qué es entonces? ¿Cuál es la descripción apropiada para lo que intentó transmitirte?… ¡Oh! ¡No! ¡No es que no lo sepa! ¡Ya te lo he revelado al principio! ¡Es solo que deseo volverlo ameno para ti! ¡Vamos, sígueme la corriente! Eso manifiesta un doble sentido, ¿ves la «conexión»?

Pero espera, espera, antes de proseguir quiero advertirte que me gusta lo coherente y concreto. Lo que puedo dilucidar sin extenderme en metáforas ridículas, huecas, carentes del mínimo ápice de lógica en su planteamiento, fabricadas con pura y dura pretensión… ¿Que ya lo dije? Pues te lo vuelvo a repetir. Si no tienes problemas con eso, adelante. Aunque te aconsejo olvidarlo porque te estoy mintiendo… en parte.

¿Ves ese estanque?… ¿No?… Te entiendo, yo tampoco. Así que imaginémoslo, a eso me refiero. Da igual si quieres que haya un pato o un lagarto africano en él, pueden coexistir inclusive, solo concéntrate en las ondas que crean al moverse en el agua; en cómo se pronuncian con una fuerza y claridad que se vuelve insostenible cuanto más se alejan del origen. Si te es difícil porque el pato ya está siendo devorado por el lagarto, intenta esto: coge una piedra y arrójala, no al lagarto, el plumífero es caso perdido, arrójala al interior del estanque y observa… ¿Lo has hecho? ¿Has visto las ondas? Anda, tira otra y ahora fíjate en la salpicadura. ¿Listo? Tira otra… ¡Ohh! ¡Es la última! ¡Te lo prometo! Pero  esta vez pon atención a cómo suena el impacto… ¿Ya?… Bien. Hemos terminado con este divertido experimento, por lo cual me permitiré formular lo siguiente: ¿acaso hubo un tiro que se repitiera?… No te apures, la pregunta es retórica. Tú y yo sabemos que cada lanzamiento fue único. Desde su potencia y alcance, hasta su sonoridad. Sonoridad. Esa es la clave. El sonido se propaga por medio de ondas, ya sea en el agua o en el aire. Del mismo modo que la luz, corresponde a una forma de energía, con la excepción de que esta no es visible ahí afuera. Sin embargo, eso no supone obstáculo alguno para un elemento llamado… No, la imaginación no. Me refiero a un medidor acústico; específicamente, uno que genere diagramas sonoros. Si no estás familiarizado con ello, te sugiero pensar en la lectura escabrosa de un sismógrafo: esos garabatos con picos álgidos y declives catastróficos que se extienden con irregularidad sobre un papel kilométrico hasta su eventual extinción. ¿No crees que quien plasma la escandalosa voz de una idea obtiene un resultado equivalente? Mirarlo desde esa perspectiva me sigue asustando, porque considero decepcionante ver cómo una idea pierde su belleza y exactitud fuera de la «caja», como un grito a la nada que se ahoga de molécula en molécula, como las ondas en el estanque al alejarse del epicentro. Creo que cuando transitan en libertad dejan de ser ellas mismas, motivo por el que prefiero mantenerlas prisioneras, o eso pretendo hacer… Suena cruel, ¿verdad? Pero si desde la noble concepción existe el miedo a desvirtuarlas con pésimas interpretaciones, verlas partir, para mí sería como la muerte de un hijo amado. Y, ¡Oh dilema! Es que encerradas no estarán ni mucho mejor. En verdad necesitan y merecen ser escuchadas; pero dígase en su esplendor: en el majestuoso e inacabable choque contra las sólidas paredes que las vieron nacer y cuya aspereza les permite madurar hacia el infinito.

Tú eres de los que perciben el incesante estallido de las forjas, ¿o me equivoco? Quiero que tan siquiera escuches los ecos de la mía. Por eso te traje aquí. Te doy la bienvenida, ahora estás en mi cabeza.